HORACIO MOLINA
En ese disco de 1975 Molina sienta las bases de su
personalísima trayectoria dentro del género: el tango es tratado con el
ascetismo y la dignidad de la canción de cámara y, al mismo tiempo, con la
desafectación más completa; el fraseo está orientado por el sentido melódico
más puro. Es como un cantor devocionalmente melódico que interpreta con una
desusada desenvoltura estilística. Tal vez era una impensada actualización del
modelo gardeliano, que reinventaba admirablemente tangos como Rubí, La luz de
un fósforo, Fruta amarga y otros clásicos.
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